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CAROLINA SORIA
QUE AUN LA PALABRA
BARNACLE

Páginas: 40
Formato: 21 X 15 CM.
Peso: 0.15 kgs.
ISBN: 9789878952079

Carolina Soria en "Que aún la palabra" escribe, con materiales de alta resistencia melancolía y precisión algo que ocurre acá y ahora, pero que ya está lejos a su vez, el fin incluyendo el inicio, un conjunto de palabras que lo describen y pugnan por retenerlo, en la nostalgia de haber estado en otro momento ("Puede alguien detenerse/ en el afán/ de nombrar el dolor?"); y adivina lo que había dentro, lo materializa en el interior de una mano ahuecada, en la resistencia solitaria al daño y al silencio: signos, cartas o recuerdos que permanecen en el mundo después de su tiempo de brillo; al igual que en la cinta de Moebius cada palabra encierra una increíble superficie de un solo lado, a veces posible, a veces tierra baldía ("cómo escribir el olvido// si vibra aún/ el pistilo carmín/ en una hebra de la voz"). Un hipotético lector del presente libro podría cerrar los ojos y volver a abrirlos, y si las letras continuasen visibles tras ese gesto, repetir en voz baja: ("Quise escribir sobre las cerezas/ para pedir perdón// y la heladera está vacía"). Un poema nunca depende de comedias de situaciones, ni pregunta cómo hubiera sido hermoso que fuera.

QUE AUN LA PALABRA

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BARNACLE

Páginas: 40
Formato: 21 X 15 CM.
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Carolina Soria en "Que aún la palabra" escribe, con materiales de alta resistencia melancolía y precisión algo que ocurre acá y ahora, pero que ya está lejos a su vez, el fin incluyendo el inicio, un conjunto de palabras que lo describen y pugnan por retenerlo, en la nostalgia de haber estado en otro momento ("Puede alguien detenerse/ en el afán/ de nombrar el dolor?"); y adivina lo que había dentro, lo materializa en el interior de una mano ahuecada, en la resistencia solitaria al daño y al silencio: signos, cartas o recuerdos que permanecen en el mundo después de su tiempo de brillo; al igual que en la cinta de Moebius cada palabra encierra una increíble superficie de un solo lado, a veces posible, a veces tierra baldía ("cómo escribir el olvido// si vibra aún/ el pistilo carmín/ en una hebra de la voz"). Un hipotético lector del presente libro podría cerrar los ojos y volver a abrirlos, y si las letras continuasen visibles tras ese gesto, repetir en voz baja: ("Quise escribir sobre las cerezas/ para pedir perdón// y la heladera está vacía"). Un poema nunca depende de comedias de situaciones, ni pregunta cómo hubiera sido hermoso que fuera.