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SILVIA ARAZI
MEDIANERA, LA
INTERZONA

Páginas: 64
Formato:
Peso: 0.15 kgs.
ISBN: 9789871920358

El silencio, el sentido y la intimidad. La gravedad y la caída. Con estos términos, dentro de estos límites, Silvia Arazi despliega en La medianera una especie de himno a la introspección. Como en los interiores de Balthus, pero también como con los objetos de Morandi sin su helado aislamiento, la discreción y la sutileza se abstienen de revelar (aunque nunca se atreverían a ocultar) la tragedia. Una vez escrita esta palabra, tampoco debemos dramatizar: un gato, una estría, el pudor ante la palabra victoria instalan y hasta diseminan en un lirismo quedo, ajeno por completo a la estridencia y el desborde, el sistema de alarma. Y los temas colindantes, tantos que enumerarlos sería convocar el pleonasmo y la catástrofe, aportan el estremecimiento necesario, como esos estambres vibratorios que rozan las criaturas de Felisberto o de Clarice, escritores que aceptan la confianza del nombre de pila. No cito versos ni estrofas de otros poetas. Hay una presencia en los poemas de Silvia Arazi que despeja cualquier decepción como quien despeja una incógnita, una presencia frágil y elegante, ajena a cualquier sospecha de ostentación y suficiencia: orientadísima música de cámara. Luis Chitarroni

MEDIANERA, LA

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MEDIANERA, LA
INTERZONA

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El silencio, el sentido y la intimidad. La gravedad y la caída. Con estos términos, dentro de estos límites, Silvia Arazi despliega en La medianera una especie de himno a la introspección. Como en los interiores de Balthus, pero también como con los objetos de Morandi sin su helado aislamiento, la discreción y la sutileza se abstienen de revelar (aunque nunca se atreverían a ocultar) la tragedia. Una vez escrita esta palabra, tampoco debemos dramatizar: un gato, una estría, el pudor ante la palabra victoria instalan y hasta diseminan en un lirismo quedo, ajeno por completo a la estridencia y el desborde, el sistema de alarma. Y los temas colindantes, tantos que enumerarlos sería convocar el pleonasmo y la catástrofe, aportan el estremecimiento necesario, como esos estambres vibratorios que rozan las criaturas de Felisberto o de Clarice, escritores que aceptan la confianza del nombre de pila. No cito versos ni estrofas de otros poetas. Hay una presencia en los poemas de Silvia Arazi que despeja cualquier decepción como quien despeja una incógnita, una presencia frágil y elegante, ajena a cualquier sospecha de ostentación y suficiencia: orientadísima música de cámara. Luis Chitarroni